El quórum de 2/3 para la nueva Constitución servirá para el veto de... la Izquierda

Sistema electoral, apoyo popular y desunión sólo da para evitar un descalabro.

Después de los gritos de guerra, supuestos sabotajes y rechazos a participar, vino la calma. Quizás la comprensión. Muchos en la izquierda rechazaron que el quorum de aprobación de los acuerdos en la futura convención constituyente fuera de un 66%. Sin embargo, ante la realidad tuvieron que callar, pues finalmente esa condición a quien más favorecería, si es que logran el 33% para oponerse, es justamente a la izquierda.

Sucede, como se sabe, que aquella condición supuestamente exigida por la derecha en la noche del acuerdo para crear una nueva Constitución, permite llegar a consensos en todos los aspectos sólo si dos tercios de los convencionales lo aprueban, por lo que nada se puede “constitucionalizar” si no es con el dedito para arriba del 66%.

Tras saberse de esta cláusula, los movimientos sociales, la mayoría de los después candidatos independientes y de izquierda reclamaron por el amarre de la derecha, pues esto iba a permitir que la minoría conservadora, obteniendo un 34% de los constituyentes, no iba a permitir el avance democrático, progresista y casi prerrevolucionario de la nueva Constitución. Logro en el que supuestamente estarían de acuerdo desde la Democracia Cristiana hasta el grupúsculo más izquierdista que usted pudiera imaginar. Para los más pesimistas, desde el PPD.

Y es posible que ese haya sido el objetivo de la derecha, si es que realmente lo impuso el sector más conservador en aquel acuerdo de noctámbulos. Sin embargo, la antigua Concertación no lo rechazó, es más, pasado el tiempo y el cuestionamiento a esta indicación, varios de sus dirigentes pasaron a defender esa parte de lo acordado. ¿Por qué? Porque el problema no es la derecha, sino la izquierda.

Los eternos tres tercios

Hace tiempo que en Chile existen de hecho tres sectores claramente identificables que, eso sí, no son tres tercios exactos: la derecha, la ex Concertación y la izquierda. La primera con más de un tercio de votación y la izquierda con menos de un tercio, aunque avanzando paso a paso de tortuga a costa de votos de la ex Nueva Mayoría y de muchas elecciones.

En las últimas votaciones de alcaldes, concejales, consejeros, diputados y presidente la derecha no bajó del 36%, que fue lo que obtuvo Piñera en primera vuelta en 2017. Y la izquerda no ha superado el 24% que obtuvo en la de diputados del mismo año, considerando a todos sus grupúsculos juntos, incluyendo al PC que ya volvió al redil de la izquierda.

Suponiendo lo más lógico, es que la derecha mantenga su votación -leve baja incluida-, con lo que el ya famoso quórum calza perfecto para que los conservadores se opongan a lo que quieran en la nueva Constitución. De allí la oposición a esa norma por parte de la izquierda. Pero, ¿en qué momento de la historia reciente la Concertación / Nueva Mayoría estuvo de acuerdo con estatizar el agua, eliminar las AFP, terminar con el lucro en el educación, sacar a la salud privada del negocio y un largo etcétera de demandas de cambios profundos que proponen los movimientos sociales y la izquierda? Nunca. Es más, se ha criticado justamente por esos pequeños partidos que no son 30 pesos sino 30 años, porque ni derecha ni Concertación jamás intentaron cambios relevantes a la Constitución ni al sistema económico. Entonces, ¿por qué ahora se cree que sí los desearán? Porque en eso se basan para decir que con otro quórum, una mayoría de un 55% por ciento, por ejemplo, se logra hacer una nueva Constitución para estos tiempos de rebeldía y necesidad de grandes transformaciones.

Pero eso no va a ocurrir. No tiene ninguna lógica. Lo obvio es que la ex Concertación (DC, PS, PPD, PRSD) se una con la Derecha para crear una Constitución muy parecida a la actual o que, al menos, no permita esos cambios relevantes. Es decir, para mantener al Estado en una condición de subordinación, sin intervención mayor en la economía, con los servicios básicos privatizados, manteniendo el Tribunal Constitucional y el Banco Central autónomo.

Entonces, obviamente que esa Constitución en la que sueñan los 2 millones de manifestantes de 2020 no va a existir. No sólo porque necesitan el 66% de los votos, sino porque la ex Nueva Mayoría no tiene ninguna intención de aportar a esos dos tercios. Estamos claros, es posible que algunos PS y hasta PRSD modifiquen un poco su pensar, se acuerden de lo que fueron y voten por algunas de esas opciones; pero la DC y el PPD completos no moverán un pulgar para arriba por aquello.

Es decir: sí, es cierto, la derecha se asegura y recontra asegura estatus quo con su tercio; pero la ex Concertación ya no reclama porque tampoco quiere hacer esos cambios. Entonces, la trampa del 66% está hecha para la izquierda o para quien ose salirse de su posición tradicional, pues justamente el alto quórum será una gran excusa para no desviarse de la ruta.

Por ello, el problema que se plantea es al revés: la derecha y la Concertación harán la Constitución a su medida. Y en ese escenario, quien necesita urgentemente el tercio de veto es la izquierda. ¿Pero cuál es el problema? El drama mayúsculo es que a la izquierda no le alcanza ni siquiera para el tercio.

Se entiende que hay muchos optimistas que creerán que el “estallido social” y la irrupción de los independientes permitirá cambiar la correlación de fuerzas tradicional, permitiendo ciertos cambios; al punto que sueñan en alcanzar el 66% con presión social, enrostrando el voto de los centristas y evidenciando la normalidad estatal en todo el mundo. Pero no será suficiente, principalmente porque las cartas están echadas y son pésimas manos.

Y es que para la elección de constituyentes se inscribió una lista de izquierda, pero muy golpeada. Sorpresivamente Revolución Democrática decidió aliarse con el sector y el PC también corrigió su línea; pero se logró con muchos problemas, como la división de los Humanistas o el PRO decidiendo irse con la Concertación. Punto aparte es la tragedia verde, del Partido Ecologista, que resuelve ir nuevamente solo en una lista, aportando a construir nada. Quizás muy poco de todo eso es relevante, pues a pesar de estos pesares la izquierda puede mantener e incluso mejorar un poco su votación. El problema serán justamente los independientes.

Todos querían ser independientes,,,

A nivel nacional y regional hay 74 listas de independientes de izquierda y de centro, y casi ninguna de derecha. El primer problema es que no todas las listas de independientes van por todos los cambios señalados más arriba, sino sólo por reivindicaciones parciales o regionales. Y los independientes de izquierda -aunque obviamente no se llaman así, pero eso son- van en al menos cuatro listas y separados de la izquierda partidista. Es decir, quienes desean cambios constitucionales profundos basados en las demandas de la revuelta social nacional y mundial van más divididos que nunca. Mientras al menos la izquierda partidista logró sumar por un lado, pero se trasvasijó por el otro; los independientes resultan al final ser un dolor de cabeza para el cambio. Pues no se trata de sumar más banderas, pues el sistema electoral castiga la desunión.

En los distritos electorales grandes, donde se elegirán 8 convencionales, se requiere el 11,1% de los votos para elegir a uno. Y en los de 7 representantes se requiere 12,5% y en los de 6 el 14,3%. Mientras, se está entregando en bandeja los distritos pequeños, pues se requiere 25% de los votos para elegir un representante en las circunscripciones que eligen 3 convencionales y 20% en los de 4 (Ciper, 2 de enero de 2021).

O sea, el apoyo electoral hacia los independientes tendrá que ser realmente revolucionario para que puedan elegir al menos un representante. Porque ni siquiera entre ellos van juntos. Y la izquierda, soñando con alcanzar un 25%, podría obtener un convencional en cada distrito y rezar por obtener dos en los de 8 convencionales. Electoralmente puede que la derecha caiga un poco y la Nueva Mayoría se siga desgajando de votos. Pero eso le puede dar hasta un 15% a los independientes, siendo muy dadivoso. Y posiblemente restándole más, precisamente, a la Izquierda. Pero, aunque tengan ese respaldo, con eso no eligen a muchos representantes para crear la Constitución.

Y aunque todo se diera así, que el movimiento social se traspasara electoralmente -lo que escasamente ocurre-, alcanzarían un 35% si es que se alinean las estrellas. Lo lógico es que ronden más el 30%, y siendo también muy optimista. Pero siempre es un porcentaje dividido en varias listas, pues es un porcentaje de votos, no de convencionales electos, porque el sistema electoral permite que sumen convencionales los pactos grandes como Derecha y la ex Nueva Mayoría.

La situación se ve terriblemente clara: finalmente el objetivo de independientes de izquierda y de la izquierda tradicional será alcanzar el 33% de convencionales para evitar que la derecha y la Concertación creen una ley fundamental casi igual a la actual. He aquí, entonces, la paradoja: el instrumento criticado por la izquierda, el quórum de 66% o la posibilidad de veto con el 33%, sería finalmente la salvación para que no tengamos la misma Constitución que hoy. Ni nada más ni nada menos.

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