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Septiembre 1994: La fábrica de un pintor profesional

Vittorio Queirolo abre su universo de pinceles, óleos, diluyentes, obras, manchas y música. Estaban en plena conversación cuando el artista observa que su interlocutor mira una mancha blanca sobre uno de sus cuadros. El curioso está a punto de decirle "¡qué bien se ve esa colita blanca en el fondo de los verdes!" cuando el pintor le comenta sobre lo impotente que se sintió al ver que su obra estaba cochina, sucia, con esa cola blanca hecha por algún terrorista del arte. El oyente calló. Luego de poner música y de explicarle que no es primera vez que le sucede en una exposición, Vittorio Quiérelo, de 30 años, pintor profesional de Talcahuano, toma algunos materiales para iniciar la restauración. Abre un frasco de esencia de trementino (diluyente vegetal), con su espátula y con un pincel pequeño echa el líquido en una tapa. Hace lo mismo con dos tarros de pintura y va -primero con algo de timidez- a retocar la mancha y sus alrededores. Después de unas cuatro pinceladas se en