Junio 2005. Villa Cruz Roja: el campamento oculto

 Extrema pobreza en Punta Arenas.

Diversas familias y algunos solitarios sobreviven al frío con la esperanza de un mejor trabajo y de una casa pequeña, pero firme. Otros, como Juan Pairo, se consumen la vida que les queda, y la calientan, con un poco de alcohol.


A lo lejos, entre basuras y escombros, aparece su figura despeinada, suelta; de entre tablas y latas a modo de vivienda, Juan René Pairo salió a recibir a los visitantes como a viejos amigos. "¡Cómo están!", "¡adelante!".

Al ingresar al cuarto donde los tres apenas caben, "el artesano" comenta y reitera, con un optimismo que sólo puede explicar el alcohol, que está construyendo un bote y un barril de madera para ganarle a la vida.

Dos añosas teteras, sobre una extrañamente hermosa y sencilla cocina a leña, calientan el agua cuyo calor no alcanza para todo el cuarto. A un lado de éste hay otro casi igual en suciedad y dimensiones, aunque más desordenado con su vieja litera y

ropas tiradas. Una mesa, una silla, esperan a este hombre que fue militar y recolector de erizos, entre otras labores con las que buscó mejores días desde su esperanzado viaje de Chiloé.

Don Juan tiene 67 años -aunque dice que son 10 más- y sobrevive entremedio de las basuras que cuelgan de las orillas del río Las Minas en Punta Arenas. Él, y unas 50

personas más, conviven entre casas humeantes, con desperdicios, el barro y mucha tranquilidad. Es la llamada villa Cruz Roja, un campamento de extrema pobreza ubicado en la parte alta de la calle Ignacio Carrera Pinto.

Unas 18 casas forman este conjunto poco conocido en Magallanes, pues es el único campamento de extrema pobreza de su capital regional. Hay viviendas similares, sin gas, electricidad ni agua potable, pero están desperdigadas por la ciudad. Aunque la primera casa fue instalada allí hace 30 años -sí tiene servicios básicos- la mayoría llegó

hace tres o cuatro años, incluso muchos acaban de trasladarse en febrero, mes en que la Cruz Roja los apoyó con materiales para levantar sus "mediaguas".

La vida se les pasa

En este sitio de propiedad privada viven los pobres de recursos materiales, pero también los que tienen proyectos de vida postergados, por decir lo menos. Tienen miedos profundos y frustración vital porque la vida se les pasa o ya se les pasó, según explica el informe "Aproximaciones a la Pobreza", de Francisca Márquez y Susana Aravena, del Programa de Pobreza y Políticas Sociales de la institución no gubernamental Sur.

Según el trabajo, la pobreza se vive de diversas formas, no sólo respecto a la cantidad de dinero que se pueda obtener, sino según los objetivos, culturas e historias de cada familia o persona. Algunos sólo esperan dejarle algo a sus hijos, otros buscan aprovechar cualquier resquicio o ventaja para surgir. Hay personas que siguen dando vueltas en trabajos "no modernos", principalmente extractivos de recursos naturales, que a veces les permiten ciertos ahorros y pequeños sueños. Mientras otros, resignados y solos, ven a la sociedad como algo desconocido, molesto, que los rechazó cuando en algún momento buscaron su cobijo.

En el caso de la villa Cruz Roja un grupo de personas de extrema pobreza, la mayoría, se reunió gracias al esfuerzo de esta institución. Esta unidad, ya más visible para los vecinos de los alrededores, permitió que este año el gobierno realizara un catastro de sus integrantes, situación familiar, trabajo, ingreso e historia, entre otras variables. Hoy se les busca una opción.

Unidad formada por la señora Julia y su hijo, Lorena y su pareja de 22 años o de Antonio Villegas y su señora embarazada desde hace seis meses. Todos son distintos, a pesar de vivir en una misma realidad material.

Primera allí

La señora Julia fue la primera en instalarse hace 30 años. Ella llegó a los 40 de edad gracias a la autorización del intendente de la época, según contó. Su casa es una de las mejores construcciones, aunque frágil, de lata. Contó que en sus primeros años allí no había nada, ni camino cercano, sólo un estero desde el que recogía aguas muy limpias.

En su hogar tiene agua potable y electricidad, pues es la única con instalación de Edelmag. No tiene vecinos "colgados" de sus instalaciones, por lo que algunos tienen pequeños generadores eléctricos para que funcione algún televisor, más de una radio y, por qué no, hasta un celular.

Doña Julia no trabaja. "Es que estoy casi ciega, no veo nada", explicó tras sus lentes de alto aumento. Atrás de ella un hombre corta leña para la calefacción. "Viene a ayudarme cuando puede, es de otra población", dijo. "A mí nunca me han ayudado las autoridades; para nada, jamás; mi vida me la he machacado sola", afirmó algo molesta.

Vive con un hijo, el que trabaja y le ayuda. "Por supuesto que me apoya si con 40 mil pesos no alcanzo a vivir. En luz pago 14 mil. Tenía subsidio para el agua, pero como ahora estoy con mi hijo me lo quitaron. Pago unos 4 mil 500 pesos. Más los 18 mil de los 100 trozos de leña", que con mucha suerte le alcanzan para dos semanas.

Con un trabajo no alcanza

Las mujeres aquí son más importantes de lo que se podría creer. Mientras en una casa fue una de ellas la que dijo no querer hablar, en otra una joven salió a contar sus razones para vivir con su pareja de 22 años en un cuarto donde se calcula que entra una cama, un pequeño calentador a leña y quizás algún pequeño mueble para comer.

Es Lorena, de 26 años. Aunque nació en Punta Arenas, llegó de Pucón donde dejó a su familia. Aunque antes arrendaban donde vivir, los echaron por no poder pagar. Su compañero de vida trabaja en la extracción del erizo en una pesquera de la ciudad. "Le pagan por rendimiento. Si hace 100 potes son 30 lucas, algo así; porque el pote se lo pagan a 100 pesos, pero eso es muy poco", opinó.

Lorena no tiene trabajo, pero le gustaría poder ganar dinero cuidando niños para suplir la falta de gas, agua y electricidad de la habitación. El agua potable la sacan de una llave central, ubicada en medio del campamento. Una de sus mayores preocupaciones espirituales es su perro, enfermo, de tres meses, por el cual se le nota sufrir.

Una situación menos mala vive Antonio Villegas Valdebenito, cuya pareja está embarazada hace seis meses. El tiene 38 años. Es de Alto Palena, cerca de Coihaique. Llegó a Punta Arenas en 2000. Y está algo mejor porque posee calefacción a leña, agua potable, cocinilla a gas y motor eléctrico que le sirve para "cargar el celular, mirar tele y lavar".

Junto a su hermano, que a su vez está con un hijo, viven en una casa que compró a un antiguo habitante del campamento en 200 mil pesos. "Prefiero pagar esa cantidad antes de estar arrendando", explicó.

Villegas trabaja en la recolección de centolla, lo que le permite obtener unos 300 mil pesos mensuales. Ya postuló a una vivienda social. Antes lo intentó, pero como no tenía una señora embarazada no obtuvo el puntaje necesario.

Quizás son parte de quienes "no vieron cumplirse sus sueños de movilidad social ni para ellos ni para sus hijos: hijas tempranamente embarazadas, hijos dedicados a limosnear y a la calle, mujeres solas a cargo del hogar, hombres temprana y recurrentemente cesantes con oficios y saberes no modernos... éstos son los pobres decentes mal pasar", propone, como respuesta, el estudio.

Algunos pueden postular a viviendas

En marzo la Gobernación de Magallanes hizo un catastro del campamento. "Lo que más nos preocupa es que están sin los servicios básicos, al lado de basura y en un sector de inundación del río Las Minas", aclaró la gobernadora provincial. Ana María Díaz Pérez.

La solución más importante para sus habitantes sería postular a viviendas sociales con un ahorro de 180 mil pesos. Los primeros podrían tener casa en 2006. Por estar el terreno en un sitio de inundación del río, no se considera la posibilidad de radicarlos allí.

Otro catastro, pero general acerca de los campamentos, es el que confecciona el Centro de Investigación Social de Un Techo para Chile. Según su último estudio, en la Región Metropolitana hay 120 campamentos, 25 en la Región de Tarapacá, 150 en Los Lagos; mientras que de Aisén y Magallanes no hay informes, debido a que son escasos.

Respecto de los pobres e indigentes (22% de la población del país), según la encuesta Casen del gobierno ellos se concentran en el rango de edad de O a 18 años, algo más entre las mujeres y mayoritariamente en zonas urbanas. Aún así, es en zonas rurales donde proporcionalmente los pobres predominan con respecto a la población rural total.

La misma encuesta informa que la pobreza en Chile ha disminuido: entre 1990 y 1998 se pasó de 39% a 22% de población en situación de pobreza; y de 13% a 5,6% de indigentes. Es decir, en 1998 había 3 millones 160 mil personas (666 mil hogares) en situación de pobreza.

En 1990, el 20% más rico recibía 14 veces más que el 20% más pobre. En 1998 recibía 15,5 veces. Mientras los ingresos del hogar del 10% más pobre de Chile ascendían a $55 mil, para el 10% más rico es de casi $2 millones.

"El artesano": solo, pobre y orgulloso

El artesano amigo de todos, Juan Rene Pairo, viajó por última vez hace tres años desde Queilén. Tuvo cuatro hijos, uno ya fallecido, y la única mujer está en Chiloé. Los otros dos trabajan, incluso uno de ellos es contador.

- ¿Y le ayudan?

- "No, no me ayudan, puchas que salieron ch... pero yo no les pido nada; yo todavía me las muevo".

Cuenta que pronto comenzará a cobrar una pensión. "Porque ya cumplí mi meta, vi crecer a los hijos, les di estudio y alimento, y después salieron a volar los pajarracos y se las arreglan solos. Pero aunque me vean viejo, nunca voy a estar bajo el ala de ellos”. Sus dos hijos arriendan una casa pequeña por 80 mil pesos.

- ¿Ha encontrado algún trabajo?

- (Ríe) "Ya no me hacen caso porque soy viejo... Pero el que quiere ser pobre tiene que ser pobre no más; y tiene que morir cantando".

Don Juan Pairo es uno de los habitantes del campamento que no podrá postular a una vivienda. Su situación solitaria le imposibilita tener el puntaje necesario para obtener una vivienda. A pesar de su extrema pobreza, pareciera castigarse el no constituir una familia. Pero sería apoyado con otros programas sociales de asistencialidad, al ser considerados personas que "viven en la calle".


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