Junio 2005: La flor, una tradición familiar

Pequeña productora Irma Loncomilla

Una tradición familiar campesina ha llevado a Irma Loncomilla Almonacid, de 67 años, a trabajar las tierras australes para que de ella nazca un producto que resplandece sobre la nieve recién caída, a 10 kilómetros al norte de Punta Arenas.

Aunque nació en Puerto Varas, llegó a Puerto Natales a los 5 años de edad, donde sus padres se instalaron en un pequeño campo en Dorotea para trabajar su tierra y criar hijos, animales y aves. Allá sembró papas, avena y algunas flores. Hace 18 años decidió vender la tierra heredada y se trasladó a la capital regional, compró una parcela y, tras sembrar lechugas, tomates y cilantro, se decidió por un producto que es más hermoso y genera mejores ingresos: las flores, las que produce desde 1993.

Pero nada fue tan fácil ni rápido. Al llegar junto a su pareja, don Roberto, hoy de 78 años, no había nada. Levantaron cercos, vivieron en un "ranchito" y habitando en él construyeron la casa y tres invernaderos chicos. De su anterior producción tradicional, le queda sólo un durazno. "Preferí las flores porque dan mucho más. Imagínese que con una vara de gladiolos obtengo 500 a 1.000 pesos, pero por cada lechuga me dan 100 pesos", explicó. Y a los gladiolos hay que agregar claveles, tulipanes, lirios, siemprevivas, malvas y astromelias. Ya pidió al norte semillas de calas y yerberas, para iniciar su producción.

No hay pausa. Tiene cuatro invernaderos, dos pequeños y dos grandes. Uno de los grandes, con semillas y bulbos de gladiolos, de 30 por 8 metros; y el otro grande, con plantas de claveles, con un tamaño de 22 por 6 metros de longitud. Un quinto, grande, en reparación.

Los bulbos previamente crecieron en almácigos de semillas. Las plantas están listas para cortar en noviembre y diciembre, alcanzando 1 metro y 50 centímetros de altura. Y termina de cosechar en marzo. Cada vara da entre 10 a 15 flores. "Pero me faltan invernaderos para más flores", explicó sorprendiendo a sus oyentes. Dijo que podría tener dos cosechas de flores al año, sembrando en noviembre para tener la segunda cosecha en agosto y septiembre. "Aquí el clima no es como en el norte. Si no tuviera invernaderos no produciría nada. Afuera apenas se dan las papas", dice entre risas.

Muchas flores las comercia en la Expo Magallanes. La última vez vendió cerca de 200 varas. Pero también señala que le faltan instancias para vender sus flores.

Trabajo con el Estado

Hace cuatro años que recibe créditos, "con bastantes facilidades", del Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario. Ahora será parte de Magallanes Emprende, que es una coordinación de servicios para apoyar la producción, venta y exportación de flores, subproductos del ruibarbo y verduras. Espera tener una sala de ventas en conjunto con otros productores de flores y hasta exportar con el apoyo del Estado. "Con esa esperanza estamos, porque incluso estoy haciendo un curso de eso... exportación", señaló con casi pleno dominio de los nuevos conceptos de la comercialización.

"Se va ganando experiencia. Al principio cuesta un poco... en el camino, como se dice, ahí se va dando uno cuenta y va entendiendo sola" cómo se trabaja en flores, dijo la señora Irma. Hoy, con tanto trabajo es una de las mayores productoras de flores del sector Vrsalovic y, posiblemente, de toda la comuna.

Y no tiene intenciones de dejar lo que ama y le da vida. "Si nos fuéramos a la ciudad se nos vendría más rápido la ancianidad, porque estas actividades de la tierra son las que hacen bien", aconsejó. Y aunque tiene un nieto de 20 años, que les ayuda en los invernaderos, es difícil que él siga la tradición familiar, a pesar de que ella lo ha criado casi toda su vida. Ya está inserto en trabajos en la Enap. Pero igual lleva en su cuerpo la vida de la tierra, que disfruta y reconoce antigua en el tradicional durazno que cada año da decenas de kilos de fruta, muchos de las cuales come y regala compartiendo el trabajo de su abuela, de su tradición familiar.

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