Octubre 2010: Villas San Pedro y Pdte. Ríos, íconos barriales tras crisis y terremoto

Los barrios-ciudad aún dan identidad al Gran Concepción.

Tres décadas del siglo pasado fueron el boom en la construcción de barrios desde el Estado y sus empresas, las que impusieron una habitabilidad que buscaba el cambio, la horizontalidad social y el desarrollo a escala humana. En la conurbación se preservan decenas de conjuntos habitacionales que nacieron en esta época.

Un terremoto y una crisis económica fueron necesarios para dar un impulso inédito al desarrollo habitacional urbano del Gran Concepción, el que comenzó en 1940 y que alcanzó hasta inicios del 70 con conjuntos planificados por el Estado. Hasta hoy dan una identidad de ciudad de clase media a importantes áreas de las conurbaciones y de la avenida Los Carrera, eje de la capital regional.

Así comenzó la creación de barrios-ciudad o sectores habitacionales caracterizados por formar microsistemas de vida comunitaria, comercial y recreativa, con viviendas de calidad y atravezadas por un diseño arquitectónico modernista. Sus íconos: las villas San Pedro, de la hoy comuna del mismo nombre; y Presidente Ríos, de Talcahuano.

Así lo explican las investigaciones realizadas y prontas a profundizar por los arquitectos y doctores en urbanismo Leonel Pérez Bustamante (Universidad de Concepción) y Pedro Fuentes Hernández (Universidad del Bío Bío), quienes han desarrollado estas líneas de conocimiento acerca del tipo de crecimiento urbano del Gran Concepción, ambas financiadas por Fondecyt. Pérez lideró el trabajo Transformaciones del Concepción Metropolitano: Estudio de las Formas de Crecimiento Urbano a través de los Grandes Conjuntos Residenciales (1992-2006), mientras que Fuentes protagonizó la investigación Grandes Conjuntos Habitacionales en la Región del Bío Bío: La Construcción Institucional de la Ciudad Moderna, 1939-1973.

Un crecimiento calificado como “tentacular”, cuya área metropolitana parte en Concepción como zona de servicios, comercios y administración, la que está ligada por vías estructurantes que la conectan mayoritariamente con centros urbanos generados a partido de desarrollo industrial. Estas zonas son Penco-Tomé, Coronel-Lota, Talcahuano y Chiguayante-Hualqui.

Crecimiento iniciado a fines del siglo 19 y principios del 20, primero a través de determinadas zonas de incipiente industrialización, especialmente de carbón en Lota-Coronel y textil en Tomé. En la que las empresas privadas de esas ciudades crearon unos pocos conjuntos habitacionales para sus trabajadores. Y que tras la crisis económica de 1929 y el terremoto de Chillán de 1939 obligó coincidentemente a dar un impulso al desarrollo industrial a través de la recién creada Corporación de Fomento de la Producción, síntesis institucional del desarrollo económico hacia adentro, keynesiano, tras la crisis mundial.

En el caso del ámbito habitacional, ante el crecimiento industrial, su desarrollo demográfico y el déficit habitacional que este conllevó, significó la política estatal de creación de estos barrios integrales. En Concepción vivían 40 mil personas en conventillos a fines de la década del 30, que tras el terremoto de 1939 fueron sacadas del centro para crear la población callampa periférica, a la que se suman los obreros industriales.

Los nuevos barrios fueron creados a través de diversas entidades habitacionales del Estado, especialmente la Caja de Habitación Popular (1936) por medio de políticas de empresas estatales como la Compañía de Acero del Pacífico y la Empresa Nacional del Petróleo, y otras como textiles en Chiguayante, de loza en Penco y de vidrios en Lirquén. Todo siempre en el marco de este desarrollo tentacular unido por los tentáculos de la vialidad carretera y ferroviaria y las ventosas formadas por estos barrios integrales y de gran autonomía.

En el eje Concepción-Coronel, la Corporación de la Vivienda, a través de los arquitectos Raúl Farrú, Roberto Merino y Enrique Porte, crean la Villa San Pedro entre dos lagunas y cerros, siempre con la intencionalidad de no intervenir los accidentes geográficos ni humedales, siendo prioritaria la planificación de un barrio relativamente uniforme, funcional y modernista, sin intervención del paisaje. Que no sólo tenía relación con los centros induatriales de Lota y Coronel, sino que además formaba parte de un crecimiento fabril propio en San Pedro con Papeles Bío Bío (1957) y la productora de asbesto cemento Pizarreño (1962).

Según explican los arquitectos Pérez y Fuentes en el libro que publicarán en noviembre, se trataba de un “barrio residencial con propiedades de la ciudad-jardín, planteado como una solución que preserve la belleza del parque a través de la planificación libre con amplias áreas verdes y una faja de parques de 150 metros de ancho junto a la laguna”. Sus casas y edificios fueron estandarizados dando una imagen homogenea al conjunto, junto a las cuales se construyeron escuelas y centros comerciales. Sin embargo, el proyecto era mucho mayor pero no fue terminado, con un nucleo que tenía un centro cívico de servicios que comprendía bomberos, mercado, teatro, centro social, consultorio, iglesia, incluso estadio y un anfiteatro. Hoy algo de ello se ha ido agregando, además de todo un desarrollo inmobiliario privado, que ahora sí ocupa cerros y humedales, pero aún basado en este barrio central de calles centrales y secundarias, parques y espacios públicos.

La villa San Pedro fue la mejor demostración de la construcción barrial generada directamente desde el Estado, mientras que el otro mejor ejemplo del desarrollo habitacional íntegro fue creado desde una empresa: la Compañía de Aceros del Pacífico. Se trata de la Villa Presidente Ríos de Talcahuano.

Tras la creación de CAP en 1947 por Corfo, la empresa conforma “una ciudad obrera basada en las estrategias del ideario moderno”, con el diseño de los arquitectos Sergio Larraín y Emilio Duhart, el que es aprobado en 1951 por la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, entidad aún en actividades tras el terremoto de 1939.

La Villa Presidente Ríos también estaba ubicada en uno de los tentáculos viales del Gran Concepción, con accesibilidad y conectada a puertos y línea férrea. Su trazado la dividía en cinco áreas relacionadas con el entorno natural, una de ellas al centro. Para un total de 30 mil personas, cada área estaba diseñada para 7.500, cuya densidad habitacional se relacionaba con la necesidades educativas de las familias. Tenía una clara división entre lo vehicular y peatonal y centros de abastecimiento en minicentros, entre otras características propias de esta innovación constructiva que estaba conformada matemáticamente.

Estas y otras creaciones menores reflejaban el espíritu de una época, pues la decisión estatal y de los arquitectos iba en el rumbo de cambiar la sociedad a través de la habitabilidad para trabajadores en condiciones más dignas y por medio de una racionalidad propia del desarrollismo. Se inserta en esta época de cambios sociales, incluso con su aporte desde la forma autogestionaria de vivir la ciudad.

Otros ejemplos que aún dan identidad a la construcción de la conurbación penquista son pequeños conjuntos como el de empleados de ferrocarriles frente a la Plaza Cruz, el conjunto habitacional de la Plaza Perú, surgido también tras el terremoto de 1939 aunque con un diseño arquitectónico más conservador; varias iniciativas en el eje Los Carrera, como el ubicado entre Tucapel y Castellón, otro en Pelantaro, también en Serrano; el conjunto entre C. Henríquez e Irarrázabal y lo mismo al oriente de la Plaza Acevedo.

La población Lorenzo Arenas (1942), financiada con el 5% de las utilidades de las empresas, y también con un diseño que privilegia la relación vecinal y los espacios públicos; la Remodelación Concepción (hoy Paicaví) que buscó renovar 18 manzanas con un estilo muy especial en su interconexión y finesa de terminaciones, por lo menos en las primeras etapas, pues no todas se realizaron ni con el mismo ímpetu, aunque terminó siendo una de las remodelaciones mejor logradas.

En el puerto la Población René Schneider de Hualpén, las remodelaciones Simons y Blanco en Talcahuano. Otras creadas por CAP como Villa Los Cóndores (1962), Villa Capataces CAP (1965), la Villa Acero (1965), Villa Collao (1966), Villa Llacolén (1971); o la ENAP con Villa Spring-Hill. Camino al eje Penco-Tomé la Villa Universitaria. O Camilo Olavarría en el eje Coronel-Lota. Y muchas otras en cada una de las comunas de la conurbación

Para los arquitectos de la investigación, las enseñanzas de estas décadas de construcción se dirigen a la relevancia del desarrollo dentro de las ciudades y en sus ejes de conectividad, con proyectos de barrios-ciudad semiautónomos y con ubicación en áreas planas y con una importante revalorización del Estado como impulsor del desarrollo. “Su permanencia nos llama a mantenerlos y mejorarlos, a valorizar el espacio público y la edificación a escala humana, relacional”, señala Fuentes.

Respecto a la posibilidad de mantener ciertas características de este estilo y concepto, Pérez indica que “se trata de provocar un cambio en la conciencia nacional respecto de estos elementos. El crecimiento puede ser más alto, más denso y más grande, pero siempre de la mano con la idea de la comunidad. Y luego esto plasmarlo en planos reguladores y ordenanzas municipales”.


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