Febrero 2004: ¿En qué están los piqueteros? La organización de los desorganizados

Si en los años ochenta y noventa fueron las Madres de la Plaza de Mayo las dueñas de esta ya simbólica área urbana de Argentina, ahora son los piqueteros quienes se atreven a ocupar un lugar protagónico en esta plaza y en el devenir político y social del hermano país.

El 20 de diciembre recién pasado así se lo hicieron saber al gobierno, a los empresarios y a todos los argentinos, con una concentración de 70 mil mujeres y hombres sin empleo, con cada vez más aliados entre los trabajadores ocupados.

Fue un retomar las movilizaciones por el empleo y, principalmente, contra la reforma laboral que hoy desean concretar el gobierno y las patronales. Protestas que tuvieron su nivel máximo el 19 y 20 de diciembre de 2001, días en que derrocaron al gobierno de Fernando de la Rúa, que mantenía en crisis económica y social al país, con una larga lista de políticos corruptos.

El actual gobierno es fruto de esas movilizaciones, pues sin la caída del gobierno de la Alianza no habría ocupado el poder político. Éste busca ciertas reformas políticas y económicas para satisfacer las demandas de la población. Y en parte lo ha logrado, no por alcanzar grandes beneficios para la deteriorada economía argentina, sino porque se produjo el ya tradicional reflujo movilizador tras un cambio en la cúpula gubernamental. Reflujo, sin dudas, basado en parte en algunas políticas de independencia nacional levantadas por Kirchner.

Pero en este contexto de cierta inmovilidad y espera, ¿qué pasa con los piqueteros, ese grupo de cesantes que logró pasar de las reivindicaciones económicas a las políticas, descabezar a un gobierno y permitir a algunos analistas de izquierda hablar de jornadas prerrevolucionarias? ¿Se desmembró el movimiento? ¿Cuáles son sus reivindicaciones y acciones actuales?

Alguna noticia nos llegó a Chile acerca de una manifestación casi nacional el 26 de enero. En Salta, Tucumán, Rosario, Mar del Plata y Río Gallegos, entre otros lugares, hubo protestas y marchas. ¿Quién lideraba? Los piqueteros y su Bloque Nacional Piquetero.

Aunque muchas de estas manifestaciones se basaron en solicitudes provinciales, a todas las movía también la nulidad de la reforma laboral. Se planteó la jornada de ocho horas -¿todavía?-, contra la impunidad de los políticos derrocados y corruptos, contra los procesos a dirigentes laborales, contra los capitalistas y los gobiernos municipales. Algo similar había ocurrido el 20 de diciembre en la Plaza de Mayo, donde se exigió aumento de sueldos. Trataron de acallarlos con un bombazo. Aunque en Chile pareciera una consigna casi imposible, en Buenos Aires se escuchaba “luchar, vencer, obreros al poder”.

El Bloque Piquetero y la Asamblea Nacional de Trabajadores retomaban otra vez el camino de la movilización, con una vanguardia que no ceja en su deseo de cambiar mucho más que a un presidente. Y todo en plena campaña gubernamental y empresarial por hacer desaparecer este movimiento, hablando de convertirlos en una “fuerza electoral”.

Sin embargo, las protestas de diciembre y de enero lograron que sus dirigentes fueran recibidos por el ministro del Trabajo, Carlos Tomada, iniciando así un proceso de negociación y presión en el que los piqueteros hace meses no participaban. Y mostraron sus cartas y demandas.

El gobierno –apoyado en gran parte por los empresarios- plantea mantener los convenios laborales por empresa, la contratación temporal de los trabajadores y la flexibilidad laboral. También habló de un “procedimiento de crisis”, por el cual las empresas pueden sacar a los trabajadores de los convenios laborales, lo que significaría quitarles sus derechos; más una reglamentación antihuelga que pretende mantener servicios mínimos obligatorios en caso de paros. Además de rebajar los aportes empresariales de las pymes por cada nuevo trabajador contratado, eliminando de a poco el llamado salario indirecto.

Estas ideas gubernamentales ya estarían en un borrador de reforma laboral, que incluye un refuerzo del arbitraje estatal en caso de huelgas, sumando 15 a 20 días de “conciliación” en el caso de que empresa y trabajadores no lleguen a acuerdo en sus negociaciones. E incluye un “período de prueba” para los recién contratados, que son tres meses en que el obrero no tendrá defensa laboral alguna.

En tanto, los piqueteros tienen otras propuestas. Aplaudieron el aumento de la indemnización por despido –único elemento de la reforma apoyada por todos los trabajadores-, pero rechazaron lo demás.

Los piqueteros y la Asamblea exigen anular la reforma laboral y confeccionar otra basada en sus propuestas: desean crear una bolsa de trabajo para los desocupados para ordenar el acceso al campo laborar y evitar la confrontación aún ausente entre cesantes y ocupados, anular también la reducción de los aportes empresariales y crear un aporte único para todo el sistema social, que incluya jubilación, salario familiar y seguros de desempleo y de salud.

Otras propuestas son eliminar la jubilación privada y la división del período de vacaciones. Y las más políticas: estatizar toda empresa que cierre y romper con el Fondo Monetario Internacional, al que hoy se le pagan 12 mil millones de pesos argentinos al año.

Al respecto, dijo Tomada, en el mejor de los casos el gobierno puede derogar la reforma laboral en curso, pero en ningún caso anularla. Esto, ¿qué significa? Dejar los convenios ya firmados tal como están, pero no firmar otros nuevos. Sin embargo, algunos sindicatos aliados a la Central de Trabajadores Argentinos y a la Confederación General del Trabajo siguen firmando convenios basados en el marco legal del gobierno.

Ya están claras las propuestas de cada sector. Sin duda, demuestra una recomposición del movimiento social argentino, tras su recaída post derrocamiento. Claro que nunca han bajado los brazos desde su formación en julio de 2000, pasando ahora por un período de reestructuración, análisis y cambio, pero todo en el marco de esta lucha que aún mantiene funcionando las tomadas empresas Bruckman y Zanon.

¿Lo que viene?

Los empresarios y el gobierno continúan con su campaña de descrédito de los piqueteros, tratando de sumarlos al sistema político tradicional con el incentivo de participar en las elecciones y en la democracia actual, para eliminarlos como factor de unidad y movilización radical contra el sistema capitalista.

Los empresarios han comenzado una alianza con los medianos y pequeños propietarios, principalmente a través de la disminución de los aportes empresariales para la contratación de trabajadores. El gobierno mantiene la alianza con el Fondo Monetario Internacional para obtener recursos, a pesar de sus declaraciones “independentistas”.

En tanto, los piqueteros continúan su trabajo de alianzas hacia el sector poblacional, apoyando las marchas regionales con reivindicaciones particulares y contra los municipios corruptos. Buscan la unidad para también afianzar la existencia de comedores populares y sumar nuevas reivindicaciones barriales, como el término de la asistencialidad municipal.

Pero como es su estilo, las alianzas se afianzan en los piquetes, en las barricadas y en las marchas. De allí que el Bloque Nacional Piquetero esté en plena campaña de movilización, que contempla plenarios sindicales para debatir las propuestas piqueteras y las respuestas del gobierno. Desean sumar a cada vez más sindicalizados y obreros para terminar votando un plan de acción. Una de sus puntas de lanza es el izquierdista Polo Obrero.

Respecto de las centrales sindicales, mantienen la crítica y la independencia de ellas, a las que consideran reformistas y burocráticas. Quizás busquen desarrollar un trabajo hacia las bases de la CGT, que no apoya con fuerza la reforma gubernamental.

Ya desde su nacimiento, los piqueteros enfrentaron el liderazgo de las centrales sindicales y lo obtuvieron en buena medida. Incluso su razonamiento es bastante concreto: la única forma de encontrar trabajo es sacando a los actuales dirigentes que no apoyan los cambios –arriba nombrados- que generarían empleos.

Los piqueteros son hoy entre 200 a 300 mil desocupados movilizados, formados mayoritariamente por mujeres, con organizaciones a veces disímiles e, incluso, antagónicas. Que junto al latente elemento de la desunión ocupado-desocupado, son los problemas internos que siempre deben resolver con una estrategia de unidad y reivindicaciones claras.

Se habla de la mayor organización de los desorganizados en la historia mundial, que aún debe lograr movilizar, o volver a hacerlo, a 5 millones de trabajadores y desocupados. Y en el plano político-laboral, deben romper con la histórica dependencia sindical del peronismo. Esa es su labor estratégica primordial para los próximos años. Para ello necesitan crear un nuevo movimiento de masas en alianza con los trabajadores y los sectores medios en decadencia. Una labor titánica que mantiene como ejemplo las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 y las 2 mil 336 acciones que realizaron en 2002.

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